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domingo, 22 de abril de 2012

Viaje a Mi Sucursal del Cielo (Según yo)

Cuando me llamaron y me propusieron una chamba (trabajo) en la sierra piurana, di el sí más rápido, como si fuera ese sí de “fueron felices hasta que la otra los separe”. Así que acepté sin pensarlo dos veces. Tenía motivos. El principal era el clima frío que hay en la zona; el segundo, la amabilidad y educación de su gente –me refiero a educación en el sentido de que en la sierra todos son respetuosos y saludan a todos sin excepción.

Así que ya había aceptado aun sin haber renunciado a mi trabajo actual, en el cual me iba muy bien. No me podía quejar a pesar de algunos gritos de mi jefa o la secretaria, pero bien en líneas generales. Sin embargo, buscaba un trabajo en el cual el factor clima sea el que decidiera mi fuga, así que hablé con mi jefa y le expliqué que me quitaba por motivos laborales, explicándole que el factor era económico (claro que si le decía que odiaba el sol piurano me iba a mandar a volar, pero aceptó mi renuncia).

Así, me reuní con quien sería mi jefe y coordinamos mi viaje a la sierrita. Claro que me explicaron que el viaje duraba normalmente dos horas más por las lluvias y que estas habían originado que la carretera esté un poquito dañada (más adelante definiré el término poquito) y que viajara un lunes temprano, me instalara y viera lo referente al hospedaje y alimentación.

Era domingo 8:00 pm. Como el irresponsable que soy (como diría una amiga, “no es que hagas todo a última hora, sino que amas la adrenalina”), comencé arreglar mi maleta que, por cierto, no me acordaba a quién de miércoles para jueves se la había prestado, así que, haciendo un poco de memoria, me acordé que se le había prestado a mi amiga “mal elemento”, a la cual llamé. Ella me dijo que pasara en una hora porque llegaba de Trujillo de viaje, así que esperando a que sean las 21 horas comenzó a llover como nunca. Parecía que la calurosa Piura me estaba poniendo obstáculos para que no viajara, pero no fue un impedimento, además tenía que ir a comprar una correa, una plancha y demás para mi viaje, así fue que mi mal elemento me acompañó a comprar todo para mi gran viaje.

Llegué a casa no tan mojado y con las cosas que había ido a comprar. Y, con maleta en mano, puse todo lo que tenía que llevar. Claro que me dijeron mil y un veces que hacía frío, pero solo puse una chompa porque, según yo, (y es verdad) amo el frío.

Me levante temprano arregle todo y buscando mi pasaje, le di un abraso y beso a mama diciéndole que ni bien llegaba llamaba y el floro de siempre, como digo Piura ponía obstáculos y uno fue que un amigo se comprometió pasar a recogerme a las 7am pero llego diciendo que no podía pero me dejo en la avenida para que tomara una moto, la cual me dejo justo a tiempo.

Estuve en el terminal ahí con tanta gente por la hora esperaban sus buses o venían de las zonas para irse a trabajar, pregunte por el bus el cual era de la otra empresa, puesto que días antes uno que se dirigía a donde me iba se había caído al precipicio, grata sorpresa que una señora que vendía comida me dijo no demora en llegar y luego de pasados unos minutos salió diciendo que raro que demore, seguro están haciéndole revisión técnica, al toque note su tono burlón y sarcástico, solo quedo reírme y esperarlo peor que templado sonso.

Cuando vi el bus dije “mierda, ¿en eso voy a viajar? Bueno, pues, como decimos acá, ya estamos arriba del burro, así que a seguir”. En el bus conocí a un pata que se iba de juez de la zona. Ya en el camino, me imaginé que lo habían mandado por venganza o por joderlo. El carro, como todo peruano con su puntualidad, salió media hora tarde. Ya poco a poco iba alejándome del calor de Piura, de la señal del celular y de mi internet, pero me habían dicho que donde iba a estar había señal de celular e internet, así que no me preocupara.

Las primeras horas de viaje fueron normales, la pista buena y la señal de mi celular excelente, pero poco a poco comenzaron los problemas, puesto que, como me había tocado casi al fondo, se sentían los baches. Pasamos de una pista asfaltada a una trocha que era como una serpiente con más curvas que una flaca de 90-60-90, más bien parecía una gordita de esas espectaculares por las curvas que había. Lo peor de todo es que mirabas así nomas por la ventana que estábamos precisamente a centímetros del abismo. Yo miraba con miedo y asustado y al resto de pasajeros que dormían o conversaban plácidamente, pero mi miedo aun así se notaba. Lo peor es que el pata que había conocido solo se reía cuando veía el abismo y alguna maniobra del chofer y, claro, él decía “el chofer debe ser un monstruo”.

Luego de pasar por cuanto bache y ver al costado un hueco que si caíamos no la contábamos, llegamos a un pueblito para almorzar. Para variar estaba lloviendo y fuerte, así que las gotas que cayeron fueron suficientes para quitarme el poco sueño que llevaba. Llegué y bajé directo al baño, puesto que, desde que vi el primer abismo, me dieron ganas de orinar y el de contenerlas casi por tres horas era mi poder mental o el miedo que iba conmigo, así que demoré casi cinco minutos en orinar y botar todo mi miedo. Cuando me senté en la mesa, se acercó el mozo, el cual, muy amable, dijo que había de menú estofado de res y patrullero frito (entiéndase este último como chancho), así que opté por la res. Además, con mi nuevo conocido optamos por este menú, el cual sería el único que probaríamos hasta llegar a la tierra prometida.

De nuevo en el bus y con la lluvia que nos acompañaba casi todo el camino, nos quedamos al cruzar un riachuelo que, por la presión del agua, se quedó atascado, así que el chofer dijo “todos abajo”. Cuando bajamos, sentí ya el clima frío, la niebla y los cerros cerquita de uno. Nos tocó ser los espectadores de las maromas del chofer y el cobrador, para hacer que el carro salga del riachuelo en el cual se había atascado, así que algunos vieron que solo el chofer con su cobrador no sacarían el carro, comenzaron a dar una manito, la llovizna que nos había abandonado apareció nuevamente y estaba vez no estábamos dentro del carro, pero por un milagro como dijeron algunos el bus salió y nuevamente abordo comenzó su ruta a la tierra prometida, claro que yo ya mas confiando en la caña que tenía el chofer, decidí tomarme una siestecita hasta claro que la señora que iba a mi costado comenzó a decir miren, miren ahí se cayó el último bus, véanlo, véanlo, y los vecinos de atrás comenzaron asomarse y decir lo veo, lo veo, y una niña me pregunto señor ¿lo ve? A lo que opte por seguir durmiendo, llegando a la tierra prometida no en 7 horas que habían dicho que demora por el mal estado de la carretera sino en 8:30horas.

Pero ya en la tierra prometida no me puedo quejar: el clima espectacular; la gente muy amable y la comida decente para uno que le gusta comer rico, así que una nueva aventura en esta nueva tierra.


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