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lunes, 14 de abril de 2014

A la caza del mero de 100 kilos

Cuando lo vio, él tenía 12 años; era la pesca del mero más grande que había visto, de esos que pesaban más que él y su hermano que lo llevaba de la mano, de esos que su abuelo le había contado que había pescado cuando era joven en la caleta de Cabo Blanco, lugar donde vivía su abuelo, pero una cosa era fantasear con las historias de su abuelo y otra ver aquel pescado enorme comparando que la cabeza de aquel pescado era más grande que la panza de uno de los espectadores que merodeaban por la noticia que había recorrido no solo el pueblo sino era una noticia de nivel nacional y porque no todo el mundo debía saberlo.

Ese día fue corriendo a la casa de su abuelo para contarle su historia que había visto un mero de aquellos que él (su abuelo) había casado cuando era joven, su abuelo al ver esa cara de felicidad de su pequeño, decidió enseñarle a bucear, así como a pescar con arpón, pasaron los años y Andrés era un experto en pesca de buceo, ya hace unos años atrás que lo había dejado su abuelo de acompañar a bucear, era por la edad, ya no era aquel joven de las historietas de Andrés, pero siempre que llegaba a casa su abuelo aun con la visión poco mala por la edad lo miraba esperando que llegara su nieto favorito con un mero de cien kilos o más, pero siempre su nieto llegaba con una sonrisa diciéndole mañana será quizás el día abuelo hoy no, así pasaba día a día.

Así, fue que un día llego y todos en casa tristes, el abuelo había partido, el más triste era Andrés  porque nunca pudo llevarle el mero que su abuelo quería ver; pero le hizo la promesa que algún día lo cazaría en su honor; pero la edad avanzaba y tenia deberes que cumplir, así se enrolo en la marina, quiso ser marine, todo lo que aprendió de buceo era lo que su abuelo le enseño, pero cumplió su servicio y decidió regresa a la caleta de Cabo Blanco, en donde los turistas van siempre por las olas, la playa, por el sol, y el motivo principal que van es por la hospitalidad de su gente; en una de esas salidas de caza, regresando de una exitosa pesca no era un mero de cien kilos, pero era un animal impresionante, en especial para los turistas que ser sorprendieron en especial una niña que quedo fascinada con el enorme pescado y porque no decirlo también por aquel pescador que llamo mas su atención que el mero que llevaba como trofeo, ella quería al cazador no al trofeo pensó en sus adentros, las mirada se cruzaron, el se olvido del animal que cargaba con dificultad, para mirarla atentamente a ella, así como los curiosos miraban aquel animal, que fue comprado por un joven que quería que se lo preparase en un huarique del pueblo, el acepto venderlo oportunidades así no se daban así nomas, además tenía que llevar plata a casa; aquel joven era amigo de aquella niña que había cautivado sus ojos a pesar de los lentes de ratona que usaba, esos lentes la hacían ver más linda aun, era lo más bello que había visto, el joven que había comprado aquel mero lo invito a comer, para que le contara de la pesca de aquel mero que pronto le darían vuelta en suculentos potajes de la zona; Andrés acepto gustoso la invitación, el joven procedió a dejar aquel pescado en manos del cocinero mientras pedían unas cervezas y presentaba a todos los presentes a Andrés como si lo conociera años, como si fueran grandes amigos, pidiendo que le contara todo sobre la pesca de aquel mero, no solo le conto sobre aquella pesca de aquel día, sino también le conto cuando vio al mero más grande de su vida, pero él no lo había cazado pero quería hacer una proeza de aquellas, cazar un mero de cien kilos; pasaron las horas, el mero poco a poco fue desapareciendo en fuentes de ceviche, chicharrón, de sudado; las botellas de cerveza se iban acumulando, la euforia llego y contagio a todos animándose a bailar, pero el joven no quería hacerlo estaba atento a las historias de Andrés, así como aquella niña que lo escuchaba también atentamente sin perder de cruzar las miradas cómplices de esas que dicen todo y nada a la vez, aunque quería estar ella más cerca de él, ella no debía hacer notar su interés, ella pensó en un momento en invitarlo a bailar, pero escucho cuando Andrés dijo que era pésimo bailando, con esa frase la chica se dio cuenta que se cayó su escusa casi perfecta, claro que pensó que con gusto le enseñaba pero se iba a ver muy notorio quizás su interés así que mejor se dedico a escuchar las historias de aquel pescador que había lanzado el anzuelo para capturado su corazón.

Ya era de noche y él tenía que regresar a casa, él no era turista, tenía una casa en aquella caleta donde vivió casi toda su vida; así que en medio de aquella juerga que poco a poco comenzaba a ponerse mejor, decidió despedirse, aquel joven que lo había escuchado atentamente estaba ahora bailando con una chica que estaba en su grupo, así que la niña que hasta ahora no había cruzado palabra decidió conversar comenzado por un tímido ¡hola!, y un ¡hasta luego! Porque Andrés antes que ella comenzara con el hola, dijo que tenía que llegar a su casa, que era tarde y tenía que trabajar temprano; ella cogió el valor que le había dado el alcohol libado y le dijo que lo acompañaba, el no dijo no, ni menos un sí, pero el hecho de ir caminando entre la multitud era un si tácito, comenzó ella por hablarle de todo lo que ella podía interesarle, le habla de la ciudad donde vivía, de sus clases en la universidad, de sus amigos que habían llegado aprovechando las vacaciones de verano, pero lo que ella no dijo, era lo que más esperaba era saber cómo se llamaba, puesto que en toda la conversación que habían tenido al comienzo el había hablado pero ella escuchaba y ahora que ella hablaba no decía lo que él quería escuchar, pero igual la escuchaba, hasta que él le dijo, que hasta aquí nomas aceptaba la compañía porque más lejos sería peligroso por lo oscuro se vaya a perder, ella dijo hasta mañana, el hasta luego no hubo besos de despedida pero si miradas, ella regresaba con sus manos en los bolsillos, volteando de vez en cuando viéndolo caminar, él avanzaba rumbo a su casa, también volteaba disimuladamente, con el sombrero hizo un saludo de esos de galanteo que alguna vez vio hacer a su abuelo a su abuela.

Había llegado el día siguiente más rápido de lo que pensaba, había sido un buen día, una buena noche, pero tenía que madrugar para ir de pesca; tenía todo preparado llegando a la orilla de la playa aun escuchaba la música y viendo que los turistas aun seguían divirtiéndose como era costumbre; él en trayecto a la zona de pesca pensaba en aquella niña que había conocido, pasaron las horas el día no fue malo, regreso con la esperanza de encontrarla, pero no fue así, ni ese día ni los siguientes; pensó que había sido una turista pasajera, poco a poco se fue olvidando de aquella niña hasta que un día de pura casualidad la encontró, el emocionado, ella no lo había visto, hasta que se cruzaron las miradas, las sonrisas cómplices y delatadoras, pero ella no iba sola iba acompañada, el se dio cuenta, en eso ella se acerco a saludarlo y me le dijo: te presento a Andrés, el es el pescador que te conté, el que sueña con cazar un mero de cien kilos, el pata lo miro despectivamente, Andrés atino solo a saludar con un frio ¡hola!, ella le hizo la pregunta si ya lo había pescado, Andrés dio un no afirmativo; siguieron ambos con sus caminos, ella le dijo que esperaba que pescara su mero de cien kilos, deseándole suerte, el solo volteo moviendo la cabeza, pero era un día triste no por la pesca sino porque su corazón se había roto por primera vez.

Habían pasado varios días de aquel día, el seguía en su mundo que era la pesca, la pesca era todo para él, hasta que un día ella lo encontró lo saludo y le hizo la pregunta de rigor, si había cazado el mero de cien kilos, el dio un afirmativo no; ella no sabía de que mas hablar, se sintió esa tensión del silencio, él no sabía que preguntar nunca había cortejado a ninguna mujer, pero ella se dio cuenta que sino decía algo él se iba a ir, ella hablo de todo y nada, como que muy pronto tenía que regresar a su ciudad, comenzaba la universidad, tenía que inscribirse, sus cursos, pero que no quería dejar aquel mágico lugar, que la había enamorado Cabo Blanco, el escuchaba atentamente todo lo que ella hablaba; como que era una mala cocinera, un poco floja, que era pésima en los quehaceres del hogar, el rió para adentros porque sabía que su mamá no le iba a gustar ese currículo; pero él poco a poco se iba olvidando de todo lo que lo rodeaba, a ella le pasaba lo mismo, mas aun ella alegre por aquella compañía que la hacía sentir bien, y el feliz porque estaba su corazón latiendo a mil por hora; pasaron así los días; ella lo esperaba en la playa todos los días; el llegaba porque sabía que ella estaba ahí, era verano, sabía que muy pronto terminaría y ella tendría que partir a su casa, pues comenzaban los estudios; el no conocía mas allá de la caleta y del cuartel que alguna vez sirvió.

Ella siempre con la misma pregunta, pero preguntaba con la mirada, el igual le respondía encogiendo los hombros; ella un día se animo aprender a bucear, él le había prometido enseñar, así que un día no fue a pescar tenía que enseñarle a nadar a su niña, claro que ese día fue a verla a su casa, ella salía con cara de sueño, ella dijo que madrugaba porque siempre se levantaba tan tarde, para el ya era tarde, pero no dijo nada, él decidió ponerle “bella durmiente”; comenzaron las clases de buceo, ella hacia doble esfuerzo uno para levantarse temprano y otro para hacerle caso a su instructor de buceo, ella siempre linda, el tímido, a veces cohibido por la ropa de baño que ella llevaba puesta, el mas de una vez se avergonzó, ella se dio cuenta pero no tenia mas trajes de baño que los que llevaba, pero poco a poco el se acostumbro a verla; ya había avanzado mucho la alumna era muy buena y tenían tiempo para ellos; pero había problemas, se había olvidado de sus deberes y tenia compromisos que cumplir en especial en su casa; en su casa no veían con buenos ojos esa amistad, en especial su mamá que sabía que su hijo nunca había llevado chica alguna a casa, al menos en casa de ella no sabían nada, todos andaban en sus mundos para darse cuenta, ella  se dio cuenta también de los problemas de Andrés; así que ella decidió pagar por las clases de buceo, él no acepto, ella le dijo que era una forma de agradecer por todo, el machismo salió de él, ella le dijo aceptaba o nunca más la vería, él se vio acorralado, sabía que su orgullo era primero, no iba aceptar aquel dinero, pero sabía a ciencia cierta que si ella se iba nunca sabría nada mas de ella, así que su corazón y sus sentimientos hacia ella doblegaron aquel orgullo machista; así fue que él acepto el dinero lo llevo a donde su mamá, diciéndole que le habían pagado por enseñar a bucear; su mamá le dijo: hijo no te enamores de esa chica vas a terminar mal, ella se va a ir a su mundo y tú te quedaras aquí; él lo sabía, atinando a decir que era una amiga nada mas, pero sabía que la había robado el corazón, ella en su mundo también sabía que Andrés la había cautivado, nadie ninguno de sus enamorados la había tratado con tanta atención como lo hacía Andrés, incluso su actual enamorado, a pesar de estar peleada, sabía que pronto regresaría con él, cuando regrese a la ciudad; pero por mientras quería seguir disfrutando de sus días en Cabo Blanco, en donde su mundo de princesa tenia no un final sino un comienzo que ni ella en sus mejores sueños imagino.

El fue a verla, ella como siempre durmiendo, él le dijo que era la última clase, tenía deberes que cumplir y lograr su sueño, ella entendió, ese día no fueron a bucear, se dedicaron a conversar de todo, como no tenían amigos en común, hablaban de todo su pasado, ella le habla de la ciudad donde vivía de la universidad de sus metas de ser una gran profesional, que hora de buscar prácticas, de sus broncas con la balanza y su odio con la cocina, que amaba comer pero no cocinar, él hablaba de su mundo que era la pesca,  de su abuelo que le enseño todo, incluso que le enseño a cocinar, aunque su abuelo le decía que solo las mujeres deberían estar en la cocina, debía aprender porque siempre era bueno, le vaya a tocar una mujer que no sepa, ya sabía para que le enseñe, Andrés pensó que su abuelo era un brujo y que ya había predicho que se iba a enamorar de aquella niña; aunque parecían repetidas las historias no se cansaban de decirlas y escucharlas siempre; así fue esa noche, claro ya era de noche y seguían conversando; vio que ella tenía frio no había comido casi nada, así que él la abrazo ella se dejo, busco un lugar donde comer algo, ella dijo que en su casa había de todo pero no quien cocine, el acepto hacerla de cocinero; ella feliz pero poco a poco se dio cuenta que estaba en territorio minado no sabía quien estaba en casa; para suerte de ella no había nadie, él hizo de cocinero, ella lo miraba atentamente, nunca habían cocinado nada para ella, bueno un chico nunca lo había hecho hasta ese momento, claro que en su casa su mamá lo hacía, pero era su mama, así que un chico cocinando para ella la ponía feliz, lo veía muy especial, la más emocionada, claro que pensó que así este feo igual se lo comería, así sirvieron los platillos, comieron con ese hambre que da estar en la playa todo el día, poco hablaron, se miraban atentamente como comía uno y el otro; ella vio que era tarde pronto llegarían a casa, así que dijo que dejara todo en casa, que mañana ella lavaba, así abandonaron aquella casa; el noto el apuro de ella, no sabía la razón, pero fue la misma cuando ella bajo con una casaca puesta, significaba que iban a seguir conversando, en eso en el trayecto se acerco un niño diciéndole que lo estaban buscando en su casa, ella decidió acompañarlo, el acepto porque pensó en solo reportarse para salir con las mismas y tal vez presentarla a su mama, pero cuando ya estaban cerca, se dio cuenta que la tenia aquella chica abrasada, y ella pegada casi a su pecho, hizo un ademan que no se viera grotesco para soltarla, para eso su perro que salía de su casa la ayudo; ella no se dio cuenta porque fue casi imperceptible aquella maniobra de esas que la hacen los expertos, se acerco a su casa, ella unos pasos atrás, saludo a su mamá, esta salió a reclamar ¿Qué estas horas de llegar?, el no tenia escusas, justo su mamá volteo a ver y vio que el motivo de la tardanza y que recién diera cara su hijo, estaba jugando con Júpiter; la mascota de Andrés, el quiso presentarla pero vio que su mamá se metió en casa, diciéndole Andrés ya sabes lo que pienso; en eso hubo un cruce de miradas, entre la madre y ella, la de la mamá de Andrés era de la una madre celosa cuidando a su cachorro y que ella era la intrusa, pero ella no se iba a dejar intimidar, así que con un gesto de saludo quiso caer bien; la mamá sabia que eso iba a terminar mal, pero que tan mal muy pronto lo sabría; ella se dio cuenta que esto es lo que quiso evitar en su casa, pero nunca pensó que los misiles, las minas y señales de alerta también estaban en casa de Andrés; ambos vivieron aquel momento de tensión de una guerra fría pensó ella, el no sabía que venía después; solo regreso donde estaba ella y le dijo veo que le caes bien a Júpiter es raro, es muy agresivo no se lleva con nadie, veo que sabe que eres una buena persona, ella pensó que así le quería caer a la mamá de Andrés; pero aun la noche no acababa y continuaron conversando regresaron a la playa vio una fogata, decidieron acercarse y volvió la tensión ahora era campo minado para él, estaban los amigos de ella, esta vez la que hizo la jugada de sacarse aquel abrazo fue ella, el también se dio cuenta que estaba en territorio minado, pero ella llego con la escusa perfecta puesto que Diego conocía a Andrés; y es que Diego había comprado aquel mero que cazo Andrés, así que ella llego con Andrés porque se lo había encontrado en el camino y quería saber si había pescado el mero de cien kilos, todos esperaban la respuesta, la cual fue negativa, todos estaban libando, en eso se dio cuenta que sus dos mejores amigas estaban ahí cuando las vio se asusto porque pensó que a sus adentros que ellas no habían llegado solas, pero Andrés estaba más perdido que pescado fuera del mar, sabía que iba a ser presa para los tiburones que estaban en aquella fogata; las dos amigas fueron a saludar a su mejor amiga, ella las presento con Andrés, al toque aquellas jóvenes comenzaron a examinarlo a interrogarlo, claro que lo salvo, no iba a permitir que nadie ataque Andrés ni mucho menos sepan que ella sentía algo por él o que sepan lo que Andrés sentía por ella, claro que ella después les contaría, aunque no hacía falta, las chicas se dieron cuenta ya que no había libado mucho y mas porque nunca la habían visto a su amiga tan feliz; así disimuladamente ambos decidieron alejarse de aquella fogata, con rumbo desconocido, fue así que terminaron caminando, seguían hablando ahora ella llevaba en la mano un six pack de cervezas que él decidió cargar, y comenzaron a brindar por el hecho de haberse conocido, por la pesca del mero, porque no acabe el verano, por seguir viéndose… hasta que el cogió la mano de ella, ella no dijo nada, siguieron caminando hasta que se sentaron cerca a una lancha, había gente cerca porque varias fogatas se divisaban cerca y lejos, para suerte de ellos, la noche avanzaban, se rieron cuando se dieron cuenta que habían estado casi todo el día y no se había aburrido de lo mas mínimo, comenzaba amanecer, un amanecer que vieron ambos, parecían una pareja de enamorados de esos que esperan el amanecer o atardecer en una playa, pero ni ellos sabían a ciencia cierta que eran, solo sabían que eran felices en ese momento, ya no habían mas latas de cerveza, pero seguían con latas en mano, el abrazándola por el frio pensó él, ella se dejo abrazar por el frio también pensó ella, pero ambos buscaban escusas a lo más obvio, que cualquiera que hubiese pasado los hubiese visto sabían que era, se dieron cuenta que la gente los empezaba a mirar así que decidieron por separarse aunque no querían, se levantaron; viendo que era hora de continuar, el decidió acompañarla a su casa, ella acepto, ya en la puerta vio que nadie había, pero vio una camioneta conocida y familiar, se despidieron como siempre, el siguió camino a su casa, aquella aventura había llegado sin saberlo ambos a su fin, el había dado unos tres pasos, ella había dado dos, en eso ella volteo corrió hacia el dando los pasos que había dado ella y el, cuando estaba cerca cogió la mano de él, él volteo, se miraron ella le dio un beso de esos por ser culpables con como agua en el desierto, el no sabía qué hacer, pero aun con su escasa experiencia se dejo llevar, el beso duro más de lo que duran los amores eternos; ella lo miro no dijo nada, se volvieron a despedir, el feliz, ella no, sabía lo que esperaba cuando entre a su casa.

El llego a su casa, lo esperaba su perro, su mamá con el desayuno y con una cara de pocos amigos, el se dio cuenta, le dio un beso y un abrazo que su mamá se dio cuenta que su hijo iba a sufrir más de lo que podría imaginar, le dio un beso en la cabeza y le dijo que vaya a descansar, el hizo caso y fue a dormir de lo más feliz; habían pasado casi más de dos días de sueño, el había recuperado las fuerzas, se sentía feliz, quería salir a irla a ver, pero se dio cuenta que era de noche, pregunto a su mamá que hora era, ella dijo que era hora que vaya a pescar estaba madrugando entiendo preparo todo y se fue a pescar paso por la casa de su bella durmiente, pero no noto que ya no estaba la bulla, la casa a oscuras, el solo pensaba en ella, así fue a pescar regreso de su faena de pesca cuando llego busco con su mirada aquella niña, pero no había señales de aquella niña, pensó que ella se había quedado dormida, llego a casa su sonrisa no era la misma, su alegría había desvanecido, su mamá le sirvió para que almorzara, el a presuroso almorzó para ir en busca de aquella bella durmiente, cuando llego aquella casa, no veía ningún movimiento, por lo que tuvo que tomar  el valor de tocar aquella puerta, en eso nadie salía, paso así como unos quince minutos, cuando vio que abrían la puerta era Diego, que al ver Andrés ahí parado Diego lo miro con una sonrisa de joda, le dijo así que tú eras, pasa hombre, si la buscas ya no está, se fue hace dos días, no la esperes, no creo que regrese, regreso a su mundo, por ti casi se ha armado la cuarta guerra mundial en esta casa, no sé lo que has hecho pero lo que has hecho ha sido bueno para ella, pero tenía que terminar, me alegro por ella que ha sido feliz al menos un momento, pero todo no dura para siempre, en ese momento Andrés se dio cuenta que aquella no había sido el adiós para ambos, el preguntaba como ubicarla, Diego le dijo que era imposible, que no la encontraría, que no era su mundo, que olvidara que la deje como una conquista que se había levantado a una chica rica y punto, Andrés lo miro con una cara de odio, y Diego dijo disculpa man, ya vi que estas enamorado, ella creo que lo estuvo pero más pudo la costumbre o no estaba preparada para lo que iba a pasar o tal vez tuvo miedo o te quiera cuidar; bueno man, te dejo, ya viste que no está y no volverá; Andrés salió de aquella casa con el corazón destrozado, llegando a casa su mamá al verlo supo lo que había pasado, el fue directo a su cuarto, pasaron días cuando decidió bajar y hacer su vida, siempre con esa mirada perdida, nunca más vio a su hijo sonreír.

Pasaron seis veranos, y el siempre la esperaba, pero como siempre nunca llego, el recordaba aquellas palabras de Diego que ella nunca regresaría, un día de esos vio como una chica lo miraba atentamente, iba acompañada de dos pequeños que jugaban con ella, en eso ella lo miro y le dijo ¿Andrés pescaste tu mero de cien kilos?, el al verla supo que era ella, él como siempre dio la respuesta típica con los hombros y la mirada; ella le dijo te presento Andrés y a Karito, el pensó que ella había hecho su vida y eran sus hijos, pero ella al ver la cara de Andrés dijo sin dudarlo son mis sobrinos; mi hermana me dejo ponerle los nombres, por eso aquel pequeñín se llama Andrés y ella Karito…!

Acordaron verse, el fue a casa a presuroso quería  verla conversar con ella, había pasado seis veranos, pero él contra su voluntad no llego a la cita, ella pensó que Andrés había vengando de aquella noche, pero no sabía que su mamá de Andrés había fallecido; esos días que ella estuvo no lo vio, hasta que un día antes de partir ella se entero de la noticia fue a verlo a darle su pésame, el lo acepto, estaba feliz por verla pero sabía que no debía ilusionarse de nuevo ya no estaba su mamá para ayudarlo; ella volvió a invitarlo a conversar ya que ella viajaba al día siguiente, el dijo que tenía deberes que cumplir ella entendió; él se fue de pesca y caso al mero de cien kilos que tanto había soñado, feliz porque pensó que ella aun estaba en la playa esperándolo como siempre, quiso llegar lo más pronto posible, aquel animal pesaba 115 kilos, cuando llego a la caleta todos los felicitaban pero él vio que no había con quien celebrar… no  estaba ella, no estaba su abuelo y su mamá acababa de partir.


Pasaron nuevamente dos veranos, no la volvió a ver hasta que un día de pura casualidad, escucho aquella pregunta, el volteo a verla y si era ella, le dijo que si que fue justo el día que ella se marcho, ella dijo pues  bueno hay mucho que contar… pero esa historia se cuenta en otro momento.